
Ahh… ¿reforestar? ¿Cuándo? ¿A las 8 de la mañana? ¿Tan temprano? Huy… no voy a poder… es que va a estar buena la cruda… mmm no creo…
Domingo 8am. Puerta 9 de la UIA. Sabíamos que
muchos iban a faltar, pero nos sorprendió llegar y ver un grupo reunido de entre 15 y 20 personas entre los 6 y 50 años, todas desveladas pero dispuestas a ayudar. Nos subimos a los coches y después de unos minutos llegamos a la colonia La Mexicana en la delegación Álvaro Obregón. En frente de nosotros había un río de aguas negras: el Río Becerra y detrás de él, a no más de 10 m una cancha de fútbol donde jugaban muchos niños. Al fondo miles de casitas construidas en los cerros y una cascada que nacía de una tubería de desechos.
Nos encontramos con Xavier Sambrano, responsable de la reforestación en la zona, y con el dedo nos señaló el lugar donde íbamos a plantar los árboles –“Allá arriba en el cerro” Después se acercó una camioneta cargada con pequeños encinos sembrados en grandes bolsas con tierra mojada. Quién sabe cuánto pesaba cada árbol, pero sentíamos que eran toneladas cuando tuvimos que cargarlos y subirlos al cerro y pasar entre barrancas, zanjas y lodazales. No llevábamos ni 20 minutos trabajando y ya todos estábamos batidos en lodo. Para hacer el trabajo más ligero formamos varias cadenas con las veintitantas personas que estábamos ahí reunidas y juntos logramos subir los 60 árboles donados por la delegación. Ahora parecerán pocos, pero nuestros hombros y piernas sentían que habían subido al menos 200 arbolitos.
Cuando por fin llegamos arriba Xavier y su equipo nos enseñaron a hacer las cepas para plantar los encino. Debíamos buscar un lugar y con pico y pala hacer un hoyo de aproximadamente
40 cm. de profundidad, quitar las hierbas y maleza que hubiera alrededor para que no se comieran el arbolito; sacar el encino de la bolsa, meterlo al hoyo, aflojar la tierra y después cubrirlo y apretar la tierra para que la lluvia no lo desenterrara.
Suena fácil, sí, pero nos llevó casi dos horas subir los árboles y las herramientas. Estábamos tan cansados que no plantamos ni la mitad de los encinos que subimos. Ahora estamos concientes de todo el trabajo y la disposición que se necesitan para empezar a reforestar una pequeña zona. No sembramos todos los árboles, pero nos comprometimos a regresar en las siguientes semanas para terminar el trabajo. Fue muy divertido trabajar en equipo por una causa que creemos no está perdida. Debo decir que al final del día, a parte del dolor de espalda y de cuello, salimos de ahí felices, orgullosos y con la certeza de saber que si se quiere se puede. Ojala que la próxima vez que vayamos sean más las personas que regalen un rato de su tiempo y vivan la experiencia.
Maru de Velasco Mingramm
RESPIRA MEDIO AMBIENTE
Qué fácil es talar todo un bosque y no pensar en las consecuencias, sin embargo, plantar un árbol, aunque se oye fácil, es trabajo pesado. Requiere de la especie necesaria de árboles, del lugar adecuado, de las personas, y más que nada del ánimo, pues reforestar no sólo es plantar el arbolito en el hoyo que alguien ya cavó para ti, sino que implica cargar con él cerro arriba para plantarlo y rezar que con sólo tu esfuerzo y trabajo las hierbas no se lo coman o algún individuo indecente se siente o lo jale descuidadamente.
Isabel Nieto


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